14 febrero, 2007

VALENTÍN

Valentín llegó como caído del cielo, aterrizó sobre la estantería de "best-sellers" empujado por uno de los gorilas de la baronesa Von Pilsen que ese día firmaba ejemplares de su libro "Los barones somos gente honrada". La estoicidad con que aceptó el envite y la sonrisa con que me obsequió mientras le ayudaba a incorporarse me devolvieron la autoestima que me había abandonado junto con Fernando hacía un mes escaso. Valentín era profesor de autoescuela y andaba buscando un libro que le ayudase a conciliar el sueño perdido hacía un año, cuando su mujer decidió cambiarlo por un finalista de Gran Hermano. Me acompañó hasta la parada del autobús y allí le dejé, diciéndome adiós con un ejemplar del "Ulises", una mixtura de yerbas contra el insomnio y la promesa de vernos al día siguiente.

Cuando llegué a casa después de hora y media de transporte público todo me parecía maravilloso: la cena por hacer, una lavadora por tender, mi hijo agarrado al teléfono con las botas encima del sofá. Yo tenía una cita y eso era lo único que importaba.



Durante las dos semanas siguientes nos vimos todos los días. Íbamos a alguna cafetería y hablábamos y hablábamos de nosotros y de nuestros ex respectivos, de lo mal que nos habían tratado y de lo poco que lo merecíamos, y aunque comparando los dos casos no había muchos puntos en común, nos sentíamos tan cerca el uno del otro que a veces parecía que iban a saltar chispas.

Por fin un día Valentín me propuso pasar el fin de semana juntos en Toledo. La elección no me hizo muy feliz, sabía que Fernando había ido allí varias veces con la Totoya mientras yo creía que estaba en Medina del Campo haciendo un cursillo sobre "Relación Freudiana entre visitador y médico y sus consecuencias en el Marketing sanitario", pero Valentín insistió y yo pensé que tal vez conjuraría los fantasmas si paseaba con otro hombre por las mismas calles que mi marido había recorrido en compañía de otra. Así que aprovechando que Román se iba el fin de semana con su padre, Valentín y yo nos pusimos en ruta hacia Toledo en un coche de Autoescuela "El galápago". La verdad es que no me pareció muy adecuado emprender un viaje romántico en un coche cuya carrocería simulaba un caparazón de tortuga, pero Valentín dijo que así la gasolina nos saldría gratis y parecía que para él este detalle era importante.

El hotel se llamaba "Las sirenas", nombre extraño para una ciudad tan alejada del mar, pero era muy agradable, con cierta vetustez digna que le daba la estatua de Juan de Padilla emplazada frente a la fachada. Después de la cena, paseamos por las calles tranquilas y solitarias y comencé a ver con claridad meridiana que mis fantasmas no eran los únicos que pululaban por Toledo. Allí en cada esquina, en cada portal, en cada bar, tienda o cafetería, Valentín compartía un recuerdo con su exmujer: aquí una vez tomaron unas copas que a ella le sentaron mal, allá estaba la tienda en la que ella siempre se paraba a ver la ropa, acullá, bajo ese arco, se habían besado en un día de lluvia, y en el Hotel "Las sirenas", en la misma habitación en la que dormiríamos nosotros, hicieron el amor toda la noche después de una discusión en la que casi llegan a las manos. Pero la guinda aún estaba por poner.

Cuando después de hacer la vista gorda al espectro que flotaba en el dormitorio, Valentín y yo nos abrazábamos apasionadamente, él deshizo el abrazo, buscó bajo la almohada y... -Póntelo, por favor- me dijo. Entre sus manos brillaba el satén blanco de un camisón arrugado. ¡Fue terrible! Sobre todo cuando averigüé el por qué del exótico nombre del hotel: durante toda la noche las sirenas de las ambulancias de un Centro de Salud cercano se alternaban con las de los coches de policía de la Comisaría aledaña.

A eso de las seis de la mañana escuché la última sirena mientras me alejaba en el autobús de línea camino de mi casa.

(Miss Julie advierte que los personajes son ficticios y cualquier parecido con la realidad... es posible)

8 comentarios:

Ruvias Intelijentes dijo...

nos a enjantao!!!

heso si, no le deseamos hun valentin en su bida ni a nuestras peores enemigas. jo.

vesis a montoneras

Galahan dijo...

Muy bueno, muy bueno.
Sin duda, una historia de fantasmas en toda regla.

Me ha encantado el chiste de "Las Sirenas", jajajaja. Junto a Finikito, un gran final de cuento.

Un besote grande!

Anónimo dijo...

Se me ha pasado... Lo siento, lo siento... Sí es que, en el fondo... Soy un hombre cómo otro cualquiera¡¡¡

Feliz día post San Valentin Querida Miss Julie.

La sigo esperando.

Un abrazo sincero... ¿Y algo más?

:)

Miss Julie dijo...

Gracias Ruvis, hijas mías, siempre ahí dando ánimo. Insisto en que no puedo comentar en vuestro blojjj, la pmágina de coentarios me sale "con errores", a ver como me las arreglo porque a veces me quedo con una frustración...

¡Hala, Galahan! Que no había caído en lo de la historia de fantasmas... Y el Hotel Las Sirenas existe, está en Segovia y no se oyen sirenas de ningún sitio allí (eso sí es imaginación de una servidora)pero ¿no es curioso ese nombre para una ciudad castellana?

¡Ay, Sirgado! la verdad es que tienes tu punto... Me haces reir un montón. Gracias querido.

Anónimo dijo...

Oh...

¿Solamente la hago reír?

¿Significa eso que voy a ser su Señor Baxter y usted mi Señorita Kubelick?

¿Quién tiene la suerte de ser El Sr Sheldrick?

Ruvias Intelijentes dijo...

Julie, querida, jo. mister blogger nos boicotea mucho. muchisimo. pero te intuimos. tu tranquila. i cuando puedas dicirnos cosas, nos daras un alegron

te se quiere mil!!!

Anónimo dijo...

Bueno, no sé como pero mi ex supo de nuestra escapada. Cuando le dije que también fuiste sustituida y que sólo querías una noche de placer conmigo me acogió entre sus brazos y desde entonces, cuando vuelvo de la autoescuela, siempre encuentro una mujer que me ve, si acaso no como una pieza nueva, sí bastante bien rectificada.
Espero que también hayas encontrado a alguien que no le importe tu antigüedad...Es lo que tiene vivir en un sistema de mercado. Un beso.

Miss Julie dijo...

¡Oh, mon Dieu! Usted no deja de sorprenderme.