22 septiembre, 2006

¿El guión es literatura?

Este verano Abcguionistas lanzó esta pregunta a modo de encuesta, con un resultado de 57'38% a favor del contra un 36'90% que dijeron NO. Reconozco que si hubiera participado seguramente me hubiera alineado con el 6% de no sabe/no contesta, entre otras cosas porque me da igual el asunto. Sin embargo, no hay duda de que autores literarios y guionistas nos movemos en el territorio común de la creación de historias y -aunque nos manejamos con lenguajes diferentes- compartimos inquietudes, dificultades y problemas a la hora de que nuestra creación vaya más allá del mero hecho de contar algo: que el lector o espectador no sólo lo perciba, sino lo viva.

WALTER BENJAMIN decía (permitidme la pedantería) que la diferencia entre periodismo y literatura es que lo que leemos en un periódico no entra a formar parte de nuestra experiencia.
Trasladando esto a nuestro campo creo que esa es la diferencia entre un mal guión y uno bueno. ¿Por qué películas con historias buenas e interesantes, técnicamente bien guionizadas, bien realizadas, etc., etc., al poco tiempo de verlas las olvidas? ¿Por qué -sin embargo- hay otras que, aún sabiendo el argumento e incluso los diálogos de memoria, volvemos a ver una y otra vez, y siempre nos generan emociones, reflexiones o placer? Y eso mismo ocurre en literatura con ciertos libros.
Un antiguo profesor, escritor y excepcional poeta, JUAN CARLOS SUÑÉN, me lo explicaba así refiriéndose a la literatura, pero creo que también puede ser útil para los guiones. Según Suñén hay dos géneros de habla: el informativo y el expresivo; el campo conceptual del INFORMATIVO es la TRANSPARENCIA y el de el EXPRESIVO, la CLARIDAD. Un ejemplo: TRANSPARENTE es el cristal de una ventana; te acercas, lo tocas, miras a través e intentas explicar qué hay fuera: "Está oscuro y parece que hace frío". Pero si abres la ventana, sacas la mano y explicas la experiencia: "frío, punzadas pequeñas, cierta desprotección", lo que abre un campo de sensaciones. La TRANSPARENCIA es lo supuesto, lo externo. La CLARIDAD es lo sentido, lo interno.
Esta conversación con Suñén vino al caso por las objeciones que puso al modo en que yo terminaba un relato basado en una experiencia propia y que yo no compartía, las objeciones, claro. ¿Cómo podía criticar justo lo que a mí me parecía lo mejor del relato, el final? Es más, el texto estaba escrito sólo para culminar con esa "magnífica" frase: "... por primera vez vió volar un volcán".
Pero el maestro tenía razón. Éste es el relato en cuestión.
"... Y estaba allí"
Se demoró un tiempo en cerrar la puerta tras de sí, el suficiente para comprobar que no habían recogido el correo y que no llovía. El primer día despejado desde que llegó hacía ya más de un mes.
Caminaba despacio -aun a riesgo de retrasarse-; le gustaba esa calle: las casas de madera pintada, los tejados de pizarra, las chimeneas de ladrillo. Reconocía los olores al principio tan extraños, pero que ahora le entregaban la medida exacta y casi familiar del espacio recorrido: el cesped recién cortado de la gran casa azul, el pan nuevo de la tahona, la madera enmohecida del árbol caído el verano anterior... Sus ojos registraban los distintos verdes de los árboles del paseo, tan diferentes sin el cristal de la lluvia., y a la derecha, entre las casas, las crestas blancas de la cordillera próxima que, hasta entonces sólo había sido una referencia en el mapa. Luego cruzó el cementerio, sin cancelas, sin vallas, sin ángeles, sólo cruces de piedra y el olor dulce de la hierba. Los edificios del campus, antes quietos contra el fondo de un cielo luminoso, se aproximaban ya al mismo ritmo de sus pasos. Pero no se detuvo, de modo que continuaron alejándose a su espalda a la misma velocidad, esta vez decreciente. Enseguida salió a la moderna avenida, y a la derecha, por la pequeña bocacalle ascendente, a la plaza que llamaban Roja, por el color de su empedrado. Y allí lo vio: colgado en el cielo azul desvaído, flotando sobre una leve niebla gris..., el volcán. Cerró los ojos un instante, y supo que estaba donde quería estar.
(Final fallido: Y allí lo vió (...) el volcán. Cerró los ojos un instante para guardar la imagen y no olvidar que un día había visto volar un volcán)
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Por cierto, el volcán en cuestión es el Mount Rainer, en el Estado de Washington, EEUU, próximo a Seattle, la mítica ciudad de Frasier, donde tuve la suerte de vivir durante un tiempo

1 comentario:

Giancarlo dijo...
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